Federico Durand – El Éxtasis de las Flores Pequeñas

Publicado: 06/02/2015 en Uncategorized
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Fede Durand

Dentro de las interminables variantes que ofrece la música como formato artístico, el Ambient es quizás uno de los más extraños y particulares. Desde el «Music for Airports» de Brian Eno, en los 70′, este género se ha venido desarrollando lentamente pero de forma creciente, sobre todo en el gran mercado de la industria musical, en países de alto poder adquisitivo (UK, EEUU, Japón, etc).

Quizás debido a esto último, en Argentina es realmente difícil que alguien se decida a dedicarse exclusivamente a hacer música Ambient. Quizás también porque parezca una ridiculez hacer música extremadamente minimalista basada en instrumentos muy básicos, ejecuciones igualmente básicas de esos instrumentos y samples grabados de la naturaleza reproducidos hasta la imposibilidad auditiva.

Es por eso también que un artista como Federico Durand, nacido en el barrio de Muñiz, en el profundo Gran Buenos Aires, se merece al menos un lugar destacado en esta singular manera de hacer música en este país. Porque es harto complicado encontrar algo parecido antes que este disco, y hasta me animaría a decir que es un fundador hecho y derecho.

Su fama en estos pagos es proporcional a su escueto estilo musica. De hecho, es más conocido en Japón, o en remotos lados como Luxemburgo, donde fue lanzado este álbum: El Éxtasis de las Flores Pequeñas. El disco básicamente se trata de sugerir paisajes, olores, situaciones, en sonidos y música. En este particularmente, todo parece indicar un pequeño jardín, durante el transcurso de un día sumamente apacible. Hay niños, abuelos, «flores pequeñas», lluvia, pianos, montañas y atardeceres. Pero sobre todo, hay un «ambiente», y de eso se trata.

En «El pequeño huesped sigue dormido», primera «canción», se siente una lluvia, toses, y los punteos casi invisibles de la guitarra de Federico Durand se ven repetidos y reflejados como en un espejo, creando una atmósfera de humedad, algo matutina. En «Los niños escriben poemas en tiras de papel rojo» se vislumbra la capacidad de heterogeneidad que puede llegar a ofrecer los collages de Durand; unos grillos, el silbido de un pájaro, y una grabación sucia absolutamente misteriosa son puestas en loop, para darle sentido a una guitarra que es tocada con un aura particular que va hacer subir progresivamente al tema hasta niveles casi paradisíacos. Sobre el final aparecen los gritos de los niños, ¿saliendo a jugar luego de la tormenta? Lo bueno de todo esto es que uno tiene la libertad de hacer su propia película, y aquí Federico Durand ofrece las mejores herramientas.

Es particularmente recomendable escuchar esta música con auriculares, y en un lugar desprovisto de toda molestia, para apreciar de una manera real los diversos sonidos que ofrece el álbum. Porque son a veces pequeñas capas de sonido que aparecen sobre la superficie del tema, como el lomo de una ballena en alta mar, o un conejo asomándose en su madriguera para volverse a esconder. A veces, también las canciones son tan superficiales que una escucha distraída no va a poder nunca asimilarlas.

Las canciones de Durand muchas veces (y esto es retomado por él en otros álbumes), se asemejan a esos sueños que uno tiene a la mañana, esa mezcla entre vigilia y paisajes oníricos tan misteriosos como la música que escuchamos. Por otro lado, los temas intentan ser una suerte de poesía musical, esto es: sugerir un determinado sentir, o un determinado recuerdo, bajo la forma de notas y patrones musicales. Por ejemplo en «La Casa de los Abuelos» un mismo arpegio en piano se repite con diferentes variantes, junto a los característicos sonidos vagamente inducidos ¿un auto?, ¿una fábrica?, sólo Federico lo sabrá.

El tema que le da nombre al álbum es una pequeña cápsula de guitarra acústica, piano, un goteo, y el eterno saber de que una pequeñas flores, quizás débiles ante las pisadas de los niños, quizás apacibles con el trabajo de los abuelos en el jardín, y bellas ante el movimiento del viento (que tan bien es sugerido en el tema), también pueden llegar a tener un éxtasis. Un pequeño éxtasis, sí, pero éxtasis al fin. Y eso es justamente lo que refleja el álbum y quizás el manifiesto musical de Federico Durand (este disco es del 2011, y hasta la fecha ya tiene publicados varios más, incluido colaboraciones con artistas internacionales del género), hacer ver que el éxtasis puede ser pequeño, imperceptible, pero que siempre estará ahí, como las pequeñas flores, como la música Ambient, quizás la verdadera esencia de la música.

Por Renzo Cavanna – re.cavanna@gmail.com

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