Los Tabaleros «¡Tuy!»

Cuando hablamos de folklore ¿hablamos de pasado, presente o futuro? El folklore es tradición por defecto. La tradición, a su vez, vive y se alimenta del pasado. Ahora bien, el folklore pueden ser muchas cosas. Una de ellas es la música. Y la música es presente. Y el presente musical argentino vive cambiando, por lo que también podemos decir que es futuro…

Bueno, en el medio de todo este menjunje están Los Tabaleros. Un grupo de folklore criollo del duro. Del palo de Los Chalchaleros, o Duo Coplanacu, que vienen tocando desde hace casi quince años en todos los rincones del país y son considerados en la movida como lo más fresco que surgió de sus entrañas. Conformados por los hermanos Roberto y José María Martínez más Pedro Berreta en guitarras, el bombo legüero de Felix Mateos, las percusiones de Federico Ricciardi y la novedosa inclusión de Federico Petro en bajo, Los Tabaleros sacaron «¡Tuy!», su tercer disco de estudio.

Tras las dos últimas publicaciones, el sonido de la banda parecía estar casi definido. Sin embargo, con este nuevo álbum los tornillos se ajustaron aún más y la oscuridad y la violencia invadieron un universo rodeado de seducción. Sí, la inclusión del bajo al folklore es un elemento que llama la atención, y que obliga a que el sonido mute y evolucione a otra cosa. Y esta nueva cosa es ¡Tuy!, que significa «caliente» en quechua, y es un disco que tiene un nivel de dramatismo y tensión sexual nunca antes alcanzado por Los Tabaleros.

La introducción lo dice todo: «Sea bienvenida su alma a nuestra hoguera». El inconfundible sonido de un magiclick prendiendo una chispa sirve de anticipo a la catarata de frenesí folklórico que empieza con «Angel Caído» y termina con «Es un Negro». El primero es un tema que tranquilamente pudo ser parte de «Lolita», pero con otro clima. Más que nada es una tormenta musical lo que sale de esas guitarras criollas, junto con esos inconfundibles punteos melódicos. La canción avisa también que no hay muchas flores, ni bombones, ni corazones en las doce que le siguen. Sino que se trata del palo y la bolsa. Del amor que se transformó en guerra…en la cama.

Con «Once» se muestra la otra parte del disco, la de la oscuridad ambiental. Este caso se trata de una pintura bastante siniestra de la estación de tren porteña. Hasta se puede notar un ritmo de cumbia, pero claro, una cumbia al modo de Los Tabaleros. La gravedad de las voces atrapan todo y aparece de invitada Mel Muñiz (de Las Taradas y La Familia de Ukekeles) haciendo coros y unas trompetas. La canción se sumerge en una mezcla de folklore y efectos ambientales, proporcionados por el productor Juan Gigena Abalos. Y así, el ánimo del disco queda perfectamente establecido en los dos primeros temas de ¡Tuy!. De ahí en más lo que sigue es puro jolgorio y locura de peña y empanadas y vino. Y porro por qué no.

Por supuesto, el grupo no deja de tener dulzura («Escalera» o «Chiquita» son exquisitas), pero la novedad que trae «Tuy» es la pimienta que se le pone a la ensalada. Es como si a Alvy, Nacho y Rubin o una banda como Cosmo se hayan fusionado con Los Rusos Hijos de Puta. El romance pasa a un segundo plano y la calentura es demasiado alta como para andar pensando en canciones de amor. Y eso es algo que puede ser tan rockero como cualquier banda, a pesar de su disfraz de bombos y guitarras criolla. De hecho, «Once» y su hermana «Mancha de Humedad» tienen violas eléctricas, y «Es un Negro» sintetizadores, por lo que esa barrera de concreto que suponemos separa el Folk de, digamos, el Heavy Metal, queda en este caso francamente cuestionada.

Pero en qué quedamos ¿esto es el pasado de tradición o el futuro del folklore? Nada de eso, esto es el presente de Los Tabaleros. Y si habrá que llamarlo (o gritarlo) será con un sonido simple pero difícil de olvidar: «¡Tuy!.

Por Renzo Cavanna – re.cavanna@gmail.com